26.7.14

Domingos con sabor a suicidio

Abro los ojos y el techo blanco se abalanza contra mi cabeza, vaya a saber bien por qué, pero te pienso. Aunque el encierro da mucho más que pensar.
Despertar con nicotina entre las manos, con aroma a tristeza pasada en la piel y lágrimas ardientes encerradas todavía en la garganta que se niega a dejar salir tu voz.
Como no, uno siempre encuentra el cuchillo más filoso dentro de uno mismo, las memorias se clavan tranquilas, sin prisa, y dejan correr la sangre transparente. Le hago caso a mis ventanas, a la luna que reluce asesina, le hago caso a esos ojos tan directos y brillantes, una estrella cae al suelo y se quiebra, pero sigo impasible, indiferente, vacía, inyectando poco a poco humo Marlboro en mi cuerpo.
Pienso, pienso y dejo de pensar. Los perros tampoco le lloran ya a la noche. Son esos silencios que encierran hasta la mínima expresión, hasta el mínimo sentido, movimiento, caos.
Pensé que te pensaba, pero solamente te espero.
            Tú sombra caminando hacia mi sombra y creando una sola, oscura y profunda como el abismo que no supimos reconocer cuando todavía teníamos tiempo.
Siempre fuimos unos completos ignorantes, y ahora somos aún peores.

       Porque estamos alejados, y vacíos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario