Tengo los ojos fríos de tantas madrugadas
acumuladas… de tantos cuchillazos en las manos, de tanto alcohol en la piel.
Tengo las marcas infinitas del universo grabadas a fuego por todo mi cuerpo.
Las constelaciones impresas en la boca. Tengo a tu mirada encerrada en mi
garganta, tú tacto en mi cabeza… Te tengo pequeña, con tu voz de vodka, con tu
voz de humo, con tu voz de impulso
delicioso y delicado. No corras más, déjame ser la eternidad de tu existencia
irreal. No corras más, querida angustia, no me dejes desaparecer, arrástrame a
tus abismos, a ese vacío adictivo que son tus manos de papel quebradizo.
Te espero todavía en mi ventana, mientras los
muertos desfilan frente a mis ojos en silencio, mientras mis sueños comienzan a
ser realidad y la realidad un sueño breve del que podríamos escapar a tiempo. Los
diamantes comienzan a caer afilados desde el cielo blanco, caen destrozados a
mis pies, como aves frágiles con las alas rotas. El mundo se cae, querida
angustia, y no estas para consumirme a tiempo, he ido demasiado lejos.