30.6.14

Ansiedad

Tengo los ojos fríos de tantas madrugadas acumuladas… de tantos cuchillazos en las manos, de tanto alcohol en la piel. Tengo las marcas infinitas del universo grabadas a fuego por todo mi cuerpo. Las constelaciones impresas en la boca. Tengo a tu mirada encerrada en mi garganta, tú tacto en mi cabeza… Te tengo pequeña, con tu voz de vodka, con tu voz de humo, con tu voz de  impulso delicioso y delicado. No corras más, déjame ser la eternidad de tu existencia irreal. No corras más, querida angustia, no me dejes desaparecer, arrástrame a tus abismos, a ese vacío adictivo que son tus manos de papel quebradizo.
Te espero todavía en mi ventana, mientras los muertos desfilan frente a mis ojos en silencio, mientras mis sueños comienzan a ser realidad y la realidad un sueño breve del que podríamos escapar a tiempo. Los diamantes comienzan a caer afilados desde el cielo blanco, caen destrozados a mis pies, como aves frágiles con las alas rotas. El mundo se cae, querida angustia, y no estas para consumirme a tiempo, he ido demasiado lejos.


Entre la sombra

Y se sienta a reír frente a la luz como un idiota. Observa las sombras que de apoco consumen su cabeza. Se queda quieto y no hace nada, sabe que dentro del fuego el dolor es más dulce que cualquier otro veneno.

El reloj marca horas invisibles con su TIC TAC agónico. Detrás de la puerta la muerte lo espera paciente, con sus labios de carmín furioso y el cigarrillo barato descansando entre sus garras. Hace unas cuantas horas era un hombre libre como cualquiera, otra figura recortada sobre las sucias calles de madrugada, hace unas horas tuvo la decisión en sus manos y tomó la decisión equivocada.

Recordó el líquido azul mojando sus labios secos, y a la dulce mujer que descansaba en su piel, recitándole poemas dulces e infinitos. Recordó el cuchillo atravesando la carne tibia e inocente, la sangre transparente mezclada con el azul de su boca. Recordó a cuantas mujeres como aquella había destruido solamente para alimentarla, alimentar a esa madre única que esperaba paciente que él llegara de madrugada con la sangre para pintar sus labios.